APRENDIENDO DE LAS HAIMAS

Aprendiendo de las Haimas.

Dicen que en el desierto no hay arquitectura.

Y sin embargo, un solo día en el desierto bastó para que toda mi forma de hacer arquitectura cambiara radicalmente.

Dejé de mirar edificios, y empecé a mirar la naturaleza. A plantas y animales, descubriendo intuitivamente lo que era la biomímesis.

Estudiando a lo DA Vinci los cactus y los termiteros.

Dejé de admirar esculturas habitadas artificiales, para entender las esculturas habitadas naturales.

Dejé el hormigón, y empecé a usar la tierra.

Cambié la austeridad por la sostenibilidad.

Aprendí que en la inteligente estructura de la haima, se resumía la complejidad y la contradicción de toda la arquitectura.

Aprendí que la respuesta más simple, puede ser la respuesta al reto máximo.

Una haima es una operación delicada, sutil, en perfecto equilibrio,

derivada de una inteligencia colectiva,

En un entorno radicalmente hostil,

Perfectamente adaptada a la naturaleza,

Cumpliendo perfectamente las necesidades de habitar

En total conexión con el entorno.

Y no. No son dos palos y una tela. Es una estructura compleja, sutil, que me recuerda a las catenarias de Gaudí, y a la vez, tan salvaje como unas bragas de esparto. La ingeniería tecnoartesana de una tela de camello que en condiciones normales es transpirable y si caen unas gotas de agua, se infla la fibra y se cierran los poros para convertirse en impermeable.

“Original es aquello que vuelve a la simplicidad de las primeras soluciones”. Gaudí.

Y sí. Mi arquitectura cambió. Se volvió más sostenible, más humana, más ecológica, más consciente y más precisa.

Mis proyectos se empezaban a alinear con las necesidades internas y externas desde una posición de conexión directa casi mágica.

Y con los años descubrí que no era la única:

Y podemos seguir por lxs últimxs arquitectxs reconocidos mundialmente, …

 “El espíritu del edificio y los espacios debe representar una visión de diversidad, apertura, inlusión y amor a la humanidad”.

Farrel y McNamara, Premio Pritzker 2020

O Lacaton&Vassal, premio Pritzker 2021, con los que tuve la suerte de trabajar en Paris, vivieron dos años en el desierto. Su primera obra fue una cabaña hecha con caña. Y de ahí su filosofía de construir lo máximo con lo mínimo.

“El espacio libre está en todas partes, es el desierto, la línea del horizonte, el infinito”. Lacaton&Vassal

Y Luis Barragán, premio Pritzker 1980, justo cuando nací, y resulta que la mayor influencia de su vida fue el viaje por Marruecos

   “De la mayoría de las publicaciones de arquitectura y de la prensa diaria, han desaparecido las palabras belleza, poesía, embrujo, magia, sortilegio, encantamiento. Las palabras serenidad, silencio, misterio, asombro, hechizo. Todas ellas muy queridas para mí”. Luis Barragán.

Desde Le Corbusier, el arquitecto más conocido mundialmente, padre de la arquitectura contemporánea, que relata toda la influencia que tuvo viajando por el norte de África en su Viaje a Oriente.

Y pasando por Jon Utzon, el de la ópera de Sydney, esa rara flor, …que en Marruecos encontró “una tradición constructiva en completa armonía con el lugar y los materiales”

 o Sverre  Fehn que resume que

lo primitivo se muestra simple y lógico en su manera de construir, como la propia naturaleza.” Fehn

Y así  hasta llegar a el recién laureado Francis Keré, premio Pritzker 2022, arquitecto africano que se guía por las “formas inventivas de materiales autóctonos e ingeniería moderna”.

En definitiva…el alma de los arquitectos que visitaron el norte de Africa, marcaron permanentemente su manera futura de construir. Y como dijo Barragán a sus alumnos (y léase con acento Mexicano)

“Ya no se preocupen tanto por ver lo que Barragán hizo.

Intenten mejor ver lo que Barragán vio.”

¿Y si la teoría del todo viene de la nada?

Sin más.